Artista buena suficiente retoma la noción formulada por Donald Winnicott sobre la “madre buena suficiente”: una figura que no responde al ideal de perfección, sino que sostiene lo necesario para habilitar el desarrollo. Ese concepto funciona aquí como marco para pensar la práctica artística: una producción que se afirma sin exigencia de completud, sostenida por la medida justa. Trasladada al campo del arte, la idea de “suficiencia” se vuelve una posición crítica. La artista no se define por la perfección ni por la imagen acabada, sino por la capacidad de sostener un proceso y generar las condiciones para que la obra aparezca. En este sentido, la “suficiencia” opera como resistencia frente a los mandatos de productividad, excelencia y éxito que regulan tanto la vida social como el sistema del arte. Las obras se sitúan en ese territorio: figuras que sostienen y son sostenidas, cuerpos fragmentados, escenas colectivas, materiales cotidianos que desplazan la pintura del ámbito solemne hacia un espacio más directo y permeable. La pincelada urgente, los soportes híbridos y la tensión entre lo doméstico y lo simbólico conforman un lenguaje que trabaja sobre la posibilidad de la imagen, no sobre su cierre. El guión expositivo organiza la muestra en tres núcleos: La casa como marco y límite, donde lo arquitectónico y lo doméstico funcionan como estructuras de contención. El cuerpo que sostiene, donde la relación madre-hijo y la vulnerabilidad se vuelven motor de producción. Lo comunitario y lo ritual, que extiende la noción de cuidado hacia una dimensión colectiva. Nombrarse artista buena suficiente no implica renuncia, sino asumir un ritmo propio: aceptar que lo inacabado, lo frágil o lo irregular pueden ser formas de potencia. La muestra propone pensar que lo suficiente —el tiempo que sostiene— puede ser también el lugar donde la obra se vuelve posible.



















